Destiempo.
Uno.
Al comenzar por el final tendría que hablar de aquel insoportable dolor en el pecho, que lleva los dedos al esternón como para penetrarlo, que paraliza y derrumba, las náuseas de vomitar todo lo oscuro por dentro, y luego, el cuerpo no tarda más que un par de horas en enfermarse cuando el alma ya está enferma. Todo ello, todo lo patético, lo que pocos se atreven a mencionar, es necesario decirlo como advertencia; el humano está hecho para ir a terrenos que no es capaz de tolerar.
Si el cuerpo humano está hecho para soportar los embates de la naturaleza, un cuerpo terrenal hecho por generaciones de selección natural con el fin de soportar la irritabilidad física y las emociones, entonces de donde provienen aquellos sentimientos que son capaces de ir contra cualquier instinto? que son capaces de degradar el cuerpo literalmente, que comienzan a dañar más que la psique, sentimientos que aparentemente el cuerpo no es capaz de contener. Que barrera es la que se está trascendiendo?.
Dos.
Guerras habrá, son necesarias para conseguir la llave de entrada a aquel prístino lugar, para destruir los muros que existen entre dos, para volverse compañeros de vida. En estas guerras lo ideal es que ambos lleguen a la vileza y mezquindad en sincronía, para conseguir la reconciliación bajo el mismo compás, de lo contrario se genera el peor de los escenarios; Víctima y Victimario.
Cuando hay sentimientos más allá de las palabras suelen generarse las primeras distancias de comunicación, inclusos de sentimentalidad, el frío comienza a helar el espacio entre ambos donde siempre hubo calor. Eventualmente alguno busca explicación, y así se comienza erróneamente a creer en la idea de responsables, o es uno u el otro, uno atacará primero y el otro hará daño, uno se alejara primero y el otro en dolor comenzara a llenarse de rencor, y así en el momento de la batalla uno superará al otro, Víctima y Victimario.
El peor error fue creer ser Víctima, te cierras a la posibilidad de responsabilidades propias, esperas disculpas que nunca llegan, y justificas tus actos de sistemático daño, todo debido al gran dolor recibido por lo que más amabas.
Pero cuando hay sentimientos reales el Victimario carga con la culpa eventualmente, en cambio la Víctima carga con una herida sedienta de sadismo, una herida que no sana con cariño ni disculpas, solo puede sanar con tiempo… y es aquel tiempo el enemigo. Durante él la Víctima sin notarlo se hace Víctimario, su dolor mezclado con deseo se convierten en una agonía profunda que se alimenta de los restos de cariño que quedan, quien fue una vez Víctima de lo que más amo se vuelve el mayor de los monstruos, capaz de destruir lo que ama porque justamente lo ama. Y aunque sufra al mismo tiempo que hace sufrir, mientras aquella herida no sane no podrá ver en lo que se convirtió.
Tres.
Aquel juego de daño se convierte en un círculo vicioso; el indolente y el reconciliador, el reconciliador y el indolente, uno alimenta la herida del otro. Ambos esperan la reconciliación en el momento que el otro está determinado a no ceder, y luego cambian roles, siempre a destiempo, como una gran ironía cósmica, como un baile espeluznante, la hipocresía es alimentada por el dolor, ambos heridos no encuentran más que un falso adiós, un hasta pronto, un tiempo para aquellas heridas.
Y el problema del destiempo es llegar cuando el otro ya se ha ido.
Llegué tarde, mi herida tardo más en sanar que la suya, quería recuperar todo aquello como ella dijo tan sólo un poco de tiempo atrás, siempre a destiempo! y en vez de izar la bandera por la paz, mi ansiedad por tener algo ya destruido generó las últimas palabras de rencor que quedaban, palabras que fueron un habito mental, palabras que se contradecían con todo lo que sentía y ansiaba, sentimientos de cariño materializados en palabras de rencor, aquel fue el último, el ego que alimento aquellas razones murió de pena y dolor al ver el daño que hizo.
Cuatro.
Si tan solo hubieran sido los mismo tiempos, si tan solo hubiera omitido aquellas últimas palabras, el dolor por dañar lo que más amas es aún más grande que ser dañado por lo que amas.
Siempre a destiempo,
queda la incertidumbre si llegué tarde o si lastime una vez más, me queda la agonía de haber hecho daño a quien deseaba volver a querer. Tal vez simplemente ya no quedaba nada, o simplemente tardé demasiado.
Gracias a ti conocí el monstruo que soy. ...Que fui.
Cinco.
Y terminando con el principio. Espere una eternidad la primera vez, quiera o no mi karma es la espera, esperare tanto tiempo como una herida puede tardar en sanar, o tanto tiempo como tardó la primera vez, por el simple hecho de que hay irreemplazables, no hay tiempo que borre ni recuerdo que reemplace, son existencias que trascienden el tiempo, y ya no queda orgullo que pueda luchar contra aquel argumento.
Fin.
Tu me esperaste y llegué tarde, ahora yo esperare.
/ sin tiempo.
por aquel momento; "el ínfimo e infinito momento".
/ .... ya existe mas allá del tiempo, como todo lo que supera lo real.
/ como todo lo que siempre he estado buscando,
/ y seguiré buscando..., con todos sus matices, luces y sombras.
“Antes de rendirnos, fuimos eternos.”
>>ni trébol ni bonsai<<
Tantalia. El mundo es de Inspiración Tantálica
Primer momento: El cuidador de una plantita.
Él acaba por convencerse de que su sentimentalidad, aptitud de simpatía, que viene desde tiempo luchando por recuperar, está agotada, y en los sufrimientos de este descubrimiento cavila y halla por fin que quizá el cuidado de una plantita endeble, de una mínima vida, de lo más necesitado de cariño, debiera ser el comienzo de la reeducación de su sentimentalidad
Ocurre que pocos días después de esta meditación y proyectos en suspenso, Ella, sin sospechar tales cavilaciones pero movida por una aprensión vaga del empobrecimiento afectivo en él, le envía por regalo una plantita de trébol.
Él resuelve adoptarla para iniciar el procedimiento entrevisto. La cuida con entusiasmo durante un tiempo y cada vez más se percata de la infinidad de atenciones y protecciones, expuestas a un descuido fatal, exigidas para la seguridad de la vida por un ser tan débil, al que un gato, una helada, un golpe, sed, calor, viento, amenazan. Se siente intimidado por la posibilidad de verla morirse un día por mínimo descuido; pero no es sólo el temor de perderla para su cariño, sino que conversando con Ella, cavilosos como todos los que están en la pasión, y más cuando en esa pasión uno decae, llegan a la obsesión de que exista algún nexo de destinos entre el vivir de la plantita y su vivir o el de su amor. Fue Ella la que un día vino a decirle que ese trébol fuera el símbolo del vivir del amor.
Empiezan a temer que la plantita muera y muera así, uno u otro, y lo que es más: el amor, única muerte que hay. Se ven sucesivamente, meditando en coloquios, creciendo el pavor a que se ven sujetos. Deciden entonces anular la identidad reconocible de esta plantita para que, eludiendo el mal presagio de matarla, nada haya identificable en el mundo a cuyo existir esté supeditada la vida y amor de ellos; y al par así, sitúanse en la asegurada ignorancia de no saber nunca si aquel existir vegetal que tan singularmente se había hecho parte en las vicisitudes de una pasión humana, se muere o vive. Resuelven, entonces, de noche, en un paraje no reconocible para ellos, perderla en un vasto trebolar.
Segundo momento: Identidad de una mata de trébol.
Pero la excitación que iba creciendo desde algún tiempo en Él, y el desencanto de ambos por haber tenido que renunciar a la comenzada tentativa de reeducación de su sensibilidad y al hábito y cariño de cuidar a la plantita que alboreaba en Él, se traduce en un acto oculto que realiza al retorno de esa labor de olvidación en las sombras. En el trayecto, sin que lo advirtiera de fijo pero con algún pulso de zozobra en Ella, sin embargo, Él se inclinó y cogió otra mata de trébol.
—¿Qué hacés?
—Nada.
Ambos se separaron al amanecer, quedando en Ella algo de sobresalto, en ambos el alivio de no reconocerse ya dependientes del vivir simbólico de esa plantita, y en ambos también la pavura que nos viene de todas las situaciones de lo irreparable, cuando acabamos de crear un imposible cualquiera, como en este caso el imposible de saber jamás si vivía y cuál era la plantita que fuera al principio obsequio de amor.
Tercer momento: El torturador de un trébol.
“Por múltiples modos y males me veo sin placeres ni de inteligencia o arte ni sensuales, que se brindan en torno. Me voy quedando sordo habiendo sido la música mi mayor goce; los largos paseos entre los cercos se hacen imposibles por mil detalles de decadencia fisiológica. Y así en las demás cosas...
“Esta plantita de trébol ha sido elegida por mí para el Dolor, entre otras muchas; ¡elegida! ¡pobrecita! Veré si puedo hacerle un mundo de Dolor. Si su Inocencia y su Tortura llegan a tanto que estalle algo en el Ser, en la Universalidad, que clame y logre la Nada para ella y para el todo, la Cesación, pues el mundo es tal que no hay siquiera muerte individual; el cesar del Todo o la eternidad inexorable para todos. La única cesación inteligible es la del Todo; la particular de que el que ha sentido una vez cese de sentir, quedando existente, cesado él, la restante realidad, es una contradicción verbal, una concepción imposible.
“Elegida entre millares, te tocó a ti serlo, serlo para el Dolor. Aún no; ¡desde mañana seré contigo un artista en Dolor!
“Durante tres días, sesenta, setenta horas el viento del verano estuvo constante oscilando dentro de un corto ángulo, fue y volvió de un acento y de una dirección a una pequeña variante de acento y dirección; y la puerta de mi habitación retenida en su batir entre el quicio y una silla que puse para acortar su oscilar, batía sin cesar, y el postigo de mi ventana golpeaba también sin cesar sometido al viento. Sesenta, setenta horas la hoja de la puerta y el postigo cediendo minuto a minuto a su distinta presión, y yo al par, sentado o columpiándome en la silla de hamaca.
“Parece entonces que yo me dije: esto es la Eternidad. Parece que fue por esto que veía yo, por esa formulación de hastío, de no sentido de las cosas, de no finalidad, de todo es lo mismo, dolor, placer, crueldad, bondad, que hubo nacido el pensamiento de hacerme el torturador de una plantita.
“Ensayaré —me repetía— sin intentar ya amar de nuevo, torturar lo más endeble e indefenso, la forma más mansa y herible de la vida: seré el torturador de esta plantita. Esta es la pobrecita elegida entre miles para soportar mi ingenio y empeño torturador. Ya que cuando fue mi ánimo hacer la felicidad de un trébol tuve que renunciar al intento y desterrarlo de mí bajo sentencia de irreconocibilidad, el péndulo de mi pervertida y descalabrada voluntad transporté al otro extremo, surgiendo de súbito en una mutación opuesta, en el malquerer, y alumbró prestamente la idea de martirizar la inocencia y orfandad a fin de obtener el suicidio del Cosmos por vergüenza de que en su seno prosperara una escena tan repulsiva y cobarde. ¡Al fin y al cabo, el Cosmos también me ha creado a mí!
“Yo niego la Muerte, no hay la Muerte aún como ocultación de un ser para otro, cuando para ellos hubo el todo amor; y no la niego solamente como muerte para sí mismo. Si no hay la muerte de quien sintió una vez, ¿por qué no ha de haber el dejar de ser total, aniquilamiento del Todo? Tú sí eres posible, Cesación eterna. En ti nos guareceríamos todos los que no creemos en la muerte y no estamos tampoco conformes con el ser, con la vida. Y creo que el Deseo puede llegar a obrar directamente, sin mediación de nuestro cuerpo, sobre el Cosmos, que la Fe puede mover montañas; creo yo aunque nadie otro creyera.
“No puedo reavivar el lacerante recuerdo de la vida de dolor que sistematicé, ingeniándome cada día en nuevos modos crueles para hacerla padecer sin matarla.
“Como por sobre ascuas tendrá que decir que la colocaba todos los días próxima e intocada de los rayos del sol y tenía la prolijidad de crueldad de alejarla con el avanzar de la mancha del sol. Apenas la regaba para que no muriera y en cambio la rodeaba de recipientes de agua y había inventado fieles rumores de lluvia y lloviznas vecinas que no llegaban a refrescarla. Tentar y no dar... El mundo es una mesa tendida de la Tentación con infinitos embarazos interpuestos y no menor variedad de estorbos que de cosas brindadas. El mundo es de inspiración tantálica: despliegue de un inmenso hacerse desear que se llama Cosmos, o mejor: la Tentación. Todo lo que desea un trébol y todo lo que desea un hombre le es brindado y negado. Yo también pensé: tienta y niega. Mi consigna interior, mi tantalismo, era buscar las exquisitas condiciones máximas de sufrimiento sin tocar a la vida, procurando al contrario la vida más plena, la sensibilidad más viva y excitada para el padecer. Y logré que en esto el dolor de privación tantálica la estremeciera. Mas no podía mirarla ni tocarla; me vencía de repulsión mi propia obra; (cuando la arranqué, en aquella noche tan negra a mi espíritu, no miré hacia donde estaba y su contacto me fue por demás odioso). El rumor de lluvia sin alcanzarle su húmedo frescor hacíala retorcerse. ¡Vergüenza!
“¡Elegida entre millones para un destino de martirio! ¡Elegida! ¡Pobrecita! ¡Oh!, tu Dolor ha de saltar el mundo. Cuando te arranqué ya estabas elegida por mi ansia de atormentar.”
Cuarto momento: El amigo.
Vemos a su amigo Luis entrar a su habitación; y en el centro de ésta detenerse, pálido y hurgando todo en torno con la mirada, agitado.
—Venía a sacarte de aquí para distracción. Pero me he sentido aquí amenazado con un sufrir súbito. ¿Es que aumenta tu malestar?
Él, sentado como pasaba las horas espiando a la plantita reseca y helada entre él y la ventana, separada de la lluvia y del rayo de sol que unos días u otros podían regarla o calentarla, contestó:
—Como siempre.
Agitándose, Luis gritó:
—¿Pero quién sufre aquí? ¡Qué destrozarse, qué agonizar! Me voy a respirar.
Él, avergonzado, rojo de rubor, quedó retorciéndose. Exclamaba, mirando por donde partía Luis: Feliz de él, feliz, feliz.
Quinto momento: Nuevo sonreír.
La fórmula radical, íntima, de lo que él estaba haciendo miserablemente, era la ambición y ansiedad de lograr el reemplazo por la Nada de la Totalidad, de todo lo que hay, lo que hubo, lo que es, de toda la Realidad material y espiritual. Creía que el Cosmos, lo Real, no podría soportar mucho tiempo, avergonzándose de albergar en su ámbito una escena tal de tortura ejercida sobre un primer eslabón de lo viviente más frágil, por el mayor poder y dotación de lo viviente. ¡El hombre tiranizando un trébol! ¡Era para eso que había advenido el Hombre!
La irritación de lo rehusado después de ofrecido enloquece de perversidad a un hombre de máximo pensamiento. De ahí el martirio cobarde, el repugnante complacimiento del mayor poder en una alevosía a un mínimo existir.
Su pensamiento sabía la igual posibilidad de la Nada y el Ser, y creía inteligible y posible una sustitución del Todo-Ser por la Todo-Nada. Él, como el máximo de la Conciencia de Vida, como hombre y hombre excepcional en dotes, era quien podría en un refinamiento último de pensamiento haber hallado el resorte, el talismán que podría determinar la opción del Ser por la Nada; opción o reemplazo o “empujamiento afuera” del Ser por la Nada. Porque verdaderamente, dígaseme si no es así, si no es cierto que no hay elemento alguno mental que pueda decidir que la Nada o el Ser difieran en su posibilidad de darse en grado alguno; si no es totalmente posible que se diera la Nada en lugar del Ser. Esto es cierto, evidente, porque el mundo es o no es, pero si es, es causalístico, y así su cesación, su no ser es causable, aunque el resorte buscado no determinara la cesación del Ser, quizá otro la determinaría... Si el darse el Mundo o la Nada son de absoluta igual posibilidad, en este equilibrio o balanza de Ser y Nada, una brizna, una gota de rocío, un suspiro, un deseo, una idea, pueden tener eficacia para precipitar la alternativa de un Mundo de Ser a un Mundo de No-Ser.
Vendría un día el Salvador-de-Ser...
(Yo lo digo comentando, teorizando lo que él hizo, pero no soy Él)
Pero Ella vino un día:
—Dime, ¿qué hiciste aquella noche, porque yo sentí el opaco rumor de un desenraizar de matita, el sonido de la tierra que apaga el arrancar de una tierna raíz ¿Eso es lo que yo oí?
¡Y entonces: Él se sintió de nuevo en su natural después de una larga peregrinación tras de respuesta, y se echó a llorar en brazos de Ella y la amó de nuevo, inmensamente, como antes! Era un llanto que hacía diez o doce años no lograba derramarse, que hinchaba su corazón, que había querido hacer estallar el mundo, y al serle recordado el gritito, el murmullo abismante del dolorcillo vegetal, de pequeña raíz arrancada, ¡fue eso! lo que necesitó su naturaleza para que el llanto, desbordándose, lavara su ser todo y lo volviera a los días de su plenitud de amor... Un gritito sofocado de raíz doliente entre la tierra, así como pudo decidir hacia el No-Ser toda la Realidad, pudo entonces cambiar toda la vida de Él.
Yo lo creo. Y lo que cree todo el mundo es mucho más de lo que nuestro creer en esto —¿quién se mide en el creer?—; no me digáis, pues, absurdo temerario en el creer. Cualquier mujer cree que la vida del amado puede depender del marchitarse del clavel que le diera si el amado descuida ponerlo en agua en el vaso que ella le regaló otrora. Toda madre cree que el hijo que parte con su “bendición” ya protegido de males. Toda mujer cree que lo que reza con fervor puede sobre los destinos. Todo-es-posible es mi creencia. Así, pues.
Yo lo creo.
No me engaña el verbiario hinchado del plácido ideario de muchos metafísicos, con sus juicios fundados en juicios. Un Hecho, un hecho que enloquezca de humillación, de horror, al Secreto, al Ser-Misterio, el martirio de la Inocencia Vegetal por la máxima personalización de la Conciencia: el Hombre, por el máximo poder no mecánico. Un hecho tal, sin necesidad de verificación, meramente concebido por una conciencia humana, creo que puede estremecer hacia el No-Ser todo lo que es.
Concebido está; luego la Cesación está potencialmente causada; podemos esperarla. Pero la milagrosa re-creación de amor concebida al par por el autor, batallará quizá con aquélla o triunfará más tarde después de realizado el No-Ser. En verdad el continuo psicológico conciencial es una serie de cesaciones y re-creaciones más que un continuo.
Los he visto amarse otra vez; pero no puedo mirarlo a él o escucharlo sin súbito horror. Ojalá nunca me hubiera hecho su terrible confesión.